Niños salvajes - artículo por Vanessa B. W.

Veamos una breve introducción del origen del Estado según Aristóteles.

El filósofo explicaba que la primera asociación que formaron los seres humanos fueron las familias, por el simple hecho de reproducirse y subsistir, satisfacer sus necesidades vitales. Su siguiente asociación, es el pueblo, es decir, la suma de varias familias. De igual manera, la suma de varios pueblos da lugar al Estado. Decimos, entonces, que el Estado surge de la Naturaleza, con la finalidad de subsistir como especie. "El ser humano es sociable por naturaleza"; todos conocemos esta famosa cita.

Por otro lado, el filósofo planteaba que todo ser humano que estuviera fuera de la sociedad era o bien un ser degradado o bien uno superior.

Miremos ahora el título de este artículo: Niños salvajes.

¿Qué es un niño salvaje? Pues, se trata de una persona que permanece al margen de la sociedad durante un largo periodo de tiempo desde su infancia. Esta definición incluye a aquellos que han carecido de contacto humano durante años y también a los niños que fueron confinados por sus progenitores durante esta etapa de crecimiento.

En el siglo de la Ilustración, se intentó dar respuesta a la pregunta de si el ser humano es bueno por naturaleza. Algunos de los autores que escribieron libros sobre el tema llegaron a la conclusión de que todos los niños salvajes compartían una serie de rasgos, siendo estos el hirsutismo (el excesivo crecimiento de vello corporal), la incapacidad de articular palabra y la dificultad para caminar erguidos. No obstante, estos dependen de dos factores: el grado de interacción con humanos o animales y el tiempo de abandono. Los niños que fueron hallados presentaban una conducta extraña; sin embargo, pudo probarse que la capacidad de expresar ideas es algo innato del ser humano.

Esta claro que este tema había sido objeto de inspiración desde la Antigüedad; conocemos relatos como La epopeya de Gilgamesh y el famoso mito de la fundación de Roma, que tenía como protagonistas a Rómulo y Remo, niños criados por una loba. Siglos más tarde, habiendo sido ya sometidos algunos niños a estudio, se publicaron libros como Mowgli y Tarzán, probando que el tema seguía captando el interés de muchos.

Obviamente, la cuestión está en si la reinserción es posible o no. En algunos casos, la educación de estos niños se plantea una tarea muy compleja y, a veces, casi imposible; lo más probable es que, debido a su falta de recursos lingüísticos y comportamiento agresivo, vayan de casa en casa de acogida o, en el peor de los casos, mueran jóvenes por haber tenido tantas carencias durante la etapa más vital de su vida.

Pero la historia no siempre tiene que tener un final lamentable. Es el caso de John Ssabunnya.

John nació en los años 80, en el pueblo de Kabonge, en plena guerra civil de Uganda. No se tienen muchos más datos sobre su vida en aquella época, y ni siquiera la teoría de cómo llegó a la selva está del todo clara. Una hipótesis es que su madre muriese a manos de su padre y que, el niño, por miedo, huyera para ponerse a salvo. Otra, y la más plausible, es que su padre simplemente lo abandonase porque no podía hacerse cargo de él.

Así pues, con tres años de edad, John fue a parar a la selva, donde unos monos verdes africanos se le acercaron con alimento. El pequeño los siguió y con el tiempo aprendió a imitar sus gestos, manerismos, sonidos e incluso a trepar árboles con gran habilidad. Este fue aceptado como uno de ellos: dormía en hojas de plátano y se alimentaba de lo que encontraban (fruta, frutos secos, bayas...).

La historia no queda ahí, claro. En 1991, una mujer halló al niño y acudió a sus vecinos para que ayudaran a "capturarlo". Por suerte, pudieron hacerlo y proporcionarle cuidados médicos. Debido a su alimentación, tenía un severo grado de desnutrición, parásitos intestinales y otras heridas, pudiéndole todo ello haberle provocado la muerte.

La suerte de John había cambiado para siempre. Poco después, Paul y Molly Wasswa lo acogieron en su orfanato en Masaka, Uganda, y allí comenzó su proceso de rehabilitación. John debía aprender a caminar, a hablar y a adquirir hábitos humanos, como comer en un plato o dormir en una cama. 

El pequeño John fue matriculado en la escuela primaria, donde aprendía ugandés e inglés, aunque con ciertas dificultades. Paul descubrió que John tenía una voz maravillosa e inmediatamente lo apuntó a su coro Pearl of Africa Children's Choir. No solo cantaba asombrosamente bien sino que además podía memorizar salmos de la Biblia, lo que despertó el interés de otras asociaciones.  En 1998, una dentista británica, Hillary Cook, quedó prendada de su talento y decidió organizar una serie de conciertos para el año siguiente, que se alargaron hasta 2002, cuando definitivamente finalizó su gira.

Posteriormente, tanto la BBC como National Geographic grabaron documentales a cerca de la asombrosa vida y recuperación de John, analizando su comportamiento y su capacidad comunicativa antes y después del abandono en la selva.

Y, por si fuera poco, John también llegó a participar en 2003 en los Juegos Olímpicos Especiales en Irlanda, donde fue el capitán del equipo de fútbol de Uganda, obteniendo 2 medallas.

En la actualidad,  vive en una pequeña casa en Bombo, en su país natal, y sueña con casarse y formar un familia.

Hemos visto ambas caras de la misma moneda, y qué decir tiene que casos tan excepcionales como este nos hacen pararnos a pensar en aquella cita de Aristóteles. Sí, somos sociables, pero ¿hasta qué punto las relaciones que forjamos durante nuestro desarrollo cognitivo benefician o perjudican dicha sociabilidad?

Está claro que todo niño necesita el calor de un hogar y el cariño de una familia, sea como sea, y que la falta de ciertas experiencias durante la infancia se reflejará en la vida adulta, pues esto sucede incluso a niños con una vida normal y corriente, que, aparentemente, no han vivido ningún evento traumático. Con todo, la capacidad de adaptación será algo determinado por la propia persona y, por mucho que queramos generalizar estos casos, cada niño es un mundo.

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